CUENTO: LA GRANJA DE SEBASTIÁN
La granja de Sebastián era una
granja como todas las granjas; es decir, muy normal.
Pero un día todo cambió porque a
Sebastián se le ocurrió contratar un ayudante.
La idea no era mala, ya que en la
granja había mucho trabajo y el pobre Sebastián se sentía un poco cansado.
El ayudante se llamaba Juanito;
parecía muy bueno y trabajador; pero como siempre había vivido en la ciudad,
era algo torpe a pesar de su buena voluntad.
El día que llegó, Sebastián le
recomendó que se fuera a dormir temprano porque en la granja había que
levantarse a la madrugada, junto con el sol, cuando cantaba el gallo.
"¡Vaya despertador más
raro!", pensó Juanito mientras iba en busca del gallo para ponerlo sobre
su mesa de luz.
Y eso no fue nada; lo peor fue
cuando intentó darle cuerda... ¡tuvo que correrlo por todo el dormitorio porque
el gallo no se dejaba retorcer la cola!
"Este debe ser un gallo
automático, de ésos que tienen pilas", pensó por fin y, cansa-do, se
acostó en su cama.
El pobre gallo, que no entendía
lo que sucedía, se quedó dormido junto a Juanito y, como la cama era muy
cómoda, los dos durmieron y durmieron hasta que el sol estuvo muy alto.
El problema fue que como el gallo
no cantó, todos en la granja se quedaron dormidos.
El primero en despertarse fue el
ternero y, como tenía mucha hambre, despertó a su mamá, la vaca, para que le
diera la leche.
Después de alimentar a su hijito,
mamá vaca esperó en vano que Sebastián le llevara su comida. Entonces, muy
hambrienta, se metió en la cocina de la casa y se tomó todo el café que
encontró.
Los cerdos, que ya se habían
despertado y también tenían hambre, vieron entrar a la vaca en la cocina y
decidieron imitarla. Pero camino de la casa, pasaron por el gallinero y
despertaron a las gallinas para invitarlas a desayunar con ellos en la cocina
de Sebastián.
Para entonces, ya no se podía
decir que la granja de Sebastián fuera como todas las granjas... porque de
normal no le quedaba nada.
Tanto alboroto en la cocina
despertó por fin al granjero, que, al mirar su reloj, comprobó desesperado que
eran... ¡las diez de la mañana!
Se puso las botas y corrió al
dormitorio de Juanito y, una vez allí, no pudo creer lo que estaba viendo:
¡Juanito y el gallo dormían plácidamente, uno junto al otro!
Cuando Sebastián se repuso del
asombro, corrió escaleras abajo y, al entrar en la cocina, se encontró con que
los animales de la granja se habían comido todo lo que encontraron.
El desorden era total y era tan
increíble lo que estaba viendo, que Sebastián pensó que era una pesadilla y que
aún no se había despertado.
A Sebastián, ayudado por Juanito,
les llevó el resto del día a poner en orden la granja hasta lograr que
pareciera normal otra vez
Pero al día siguiente, cuando
Sebastián ordeñó a la vaca, la vaca le llenó un tarro ente-ro con café con
leche.
Cuando Juanito vio esto dijo:
- ¡Qué lástima que ayer la vaca
se tomara el café en lugar de comerse el chocolate...!
Pero lo que Juanito no sabía, era
que el chocolate se lo habían comido las gallinas que, en ese momento, estaban
poniendo, ¡"Huevos de Pascua"!
Comentarios
Publicar un comentario